viernes, 28 de enero de 2011

UNOS DÍAS POR ARABA Y IV: PASEO POR GASTEIZ

El día empezó de la mejor manera posible. PN del Gorbea, a la salida del sol. Un espectáculo que llevaba semanas esperando. Y no defraudó. Este invierno millones de individuos de pinzón real (Fringilla montifringilla) se han puesto deacuerdo para, tras haber criado en las estepas siberianas, para aprovechar la gran cantidad de insectos estivales, venir a pasar el invierno en la península. Pero no lo han hecho desordenadamente, sino que han escogido una pequeña parcela, en el Gorbea (el Benidorm invernal del pinzón real). En una pequeña parte del terreno duermen durante las noches en las coníferas de las explotaciones forestales unos 2.500.000 de ellos. Verlos salir, para desplazarse (todos!) hacia los lugares de alimentación era nuestro propósito. Y durante más de media hora (son curiosos esos tiempos que eres incapaz de medir) una riada (tanto por el aspecto como por el sonido) de pequeños pajarillos volaba en armonía, casi sin rozarse. Sin palabras. Y por desgracia sin imágenes (me resultó imposible por la poca luz). Pero será un momento retenido durante mucho tiempo en mi retina.

Con el pecho ancho nos metimos en la capital, primero para algunos recados y sablazos y desayunar otra vez. En mejoradas condiciones nos fuimos al casco antiguo de la ciudad y allí los ojos bien abiertos.
La arquitectura de los edificios nos va acompañando por un paseo hacia tiempos anteriores. Empezamos por al Plaza de España.

Iglesia San Martín Arcángel, tras la Plaza de España

Además de la arquitectura las pinturas embellecen muchos rincones, con un color y un relieve impresionante.
 
Graffiti en un muro de la ciudad

Pintura mural en una fachada, dedicada a las artesanas
Pero quizás, lo más importante es la conservación de ese pasado, esa historia propia que fascina al ojo ajeno.
Tejados, portales, edificios, barandas, campanarios, piedras labradas, balconadas...

Tejados del casco antiguo
 Colores, texturas, olores...

Edificio contiguo a la Catedral de Sta. María
Bien conservada la historia. pero bien conservada la naturaleza. En la ciudad nos acompañan los gorriones comunes (Passer domesticus) pero rodeando la ciudad hay una anilla verde, y salpicándola grandes parques. Todo ello ha hecho que Gasteiz sea la Ciudad Verde de Europa de este 2011.

Passer domestius en el museo arqueológico
Es curioso. Hay ciudades que me han provocado una sensación especial. Quizás no sean las más bonitas, pero me han parecido más atractivas.

Portal en el casco antiguo


Ha sido genial volver a veros. Ha sido genial disfrutar tanto estos días. Ha sido genial compartir estos paisajes con vosotros.

Gracias de corazón.

martes, 25 de enero de 2011

UNOS DÍAS POR ARABA III: HACIA LAS ALTAS CUMBRES

Parece que ya huele...
Los sentidos se agudizan al máximo. Unos kilómetros antes de acercarnos a nuestro destino ya somos capaces de oler el chorizo a la sidra, las patatas al cabrales y otros tantos manjares de las montañas.
Qué bueno es comer bien, y beber...
Arenas de Cabrales nos recibe tímida. La pansión huele a chimenea. Y el aire a limpio. ¿Qué más podemos pedir... Un bar abierto. ¿Hamburguesa? No gracias, nuestro olfato no nos indicaba esto exactamente. Aquí sí. Aquí vamos a llenar la tripa... Luego, una botella, beber para olvidar (olvidar la botella en el río). Museo del queso. Todo borroso.
Nos levantaremos muy pronto para hacer la ruta. Pasadas las 11 desayunando con un hombre un poco perturbado...
Pongámonos en marcha.

Casa al inicio de la Ruta del Cares

Las montañas, hasta ahora a oscuras, se nos ofrecen en una mezcla de amabilidad y orgullo. La cabeza retumba a cada paso. Dejamos un rastro de orujo por el camino. Una buena subida. Almenos no vamos de entierro, no tenemos tanta prisa.
El Urriellu aparece en la lejanía, casi burlándose de nosotros.

Picu Urriellu (Naranjo de Bulnes)

Los efectos del ámbar empiezan a desvanecerse, el camino es llano. Y las rocas empiezan a mostrarse en multitud de formas y colores. Y de nuevo nuestros sentidos se colapsan. Huele a montaña.

Paredes calcáreas

Parece que las rocas estén llenas de vida por dentro. Por cualquier resquicio, cualquier fisura, por pequeña que sea, la vida brota. Musgos, helechos y hasta árboles desafían a su propia fisiología.

Polypodium sp.

Colores, texturas, olores, ... Y para la conjunción perfecta el sonido del río. Su fuerza nos recuerda que pasamos por allí gracias a él.

El Riu Cares

Y aparecen las cabras. Qué envidia de vida. Qué tranquilidad. No te asustes, no traemos malas intenciones. Hoy tenemos que compensar el karma.

Cabras
Es comprensible la atracción que sentimos los humanos hacia las montañas. Tan primitivas. Parecen el refugio de muchos misterios.
¿Habrá osos y lobos en estas montañas? Los buitres las sortean buscando las corrientes propicias. Hoy está difícil. Hace bastante viento y el sol no calienta. No sé si podrán comer, hoy.
Nosotros sí que podemos comer, poco, pero suficiente. No le des más. Si encontráis una cabra adicta al pan bimbo en Picos de Europa, no es mi culpa ehh.

Picos de Europa

La luz se nos va a acabar, tenemos que volver, no quiero tener que usar la dinamo de la linterna (perdón, súper-linterna). El camino de vuelta, con el estómago más asentado (los sandwich hacen maravillas), se hace menos duro. Con las últimas horas del día los acentores alpinos (Prunella collaris) buscan algo que picortear. Nos acompañan durante un breve lapso de tiempo, como indicándonos el camino. Tan curiosos como la gente de sus pueblos ¿Tú de quien eres?.

Prunella collaris

Las montañas, son tan bucólicas. Inspiración para poetas y pintores. Los sentidos se aturullan.
Como último colofón de bucolismo un cabritillo recién nacido se nos aparece, buscando los pezones de la cabra madre. Un traguito de leche calentita para entrar en calor.

Cabrito recién nacido con su madre

Y abandonamos las montañas. Adiós picus, adiós Cabrales y cabras. Hasta otra. Quedan pendientes una sidra y una fabada. Vale, y también una ascensión.

domingo, 23 de enero de 2011

UNOS DÍAS POR ARABA II: EXCURSIÓN A URDAIBAI

Paisaje de Urdaibai
Desde el campamento base, y aprovechando las distancias, decidimos abandonar el interior para ver otros lugares.
Nos dirigimos al azul. Pero no a cualquiera. No queremos esqueletos de playas, ni chiringuitos, ni nada de eso. Llegamos así, a Uradaibai. Reserva de la Biosfera. Allí el monte, digno, ufano, lleva sus encinas hasta los acantilados.


Mar Cantábrico

Así que iniciamos el camino, dejando atrás coníferas y eucaliptos tan tediosos. Nos dan la bienvenida los reyezuelos listados (Regulus ignicapillus) y los petirrojos (Erithracus rubecula). Los primeros revoloteando como colibrís, de rama en rama, pequeños azucarillos. Los segundos más descarados, casi cabreados por la violación que estamos a punto de acometer. ¿O es que pretendemos pasar tan tranquilamente a su reino, sin pedir permiso, ni nada?

Erithracus rubecula

Antes de meternos en la selva, y con el permiso concedido, echamos un último vistazo al panorama que se extiende a nuestro alrededor. Es curioso como los colores pueden cegar casi tanto como la luz directa a los ojos.

Panorama de Urdaibai

Con el pecho lleno bajamos la vista para controlar el camino que nos lleva al interior del reino del petirrojo. Y al entrar el cerebro se satura de verde. Las encinas (Quercus ilex subsp. ilex) y madroños (Arbutus unedo) nos devuelven las horas de luz acumuladas con una intensidad increíble. Tan sólo la caliza rompe este verdor y son los musgos y los helechos diversos los que se encargan de hacer callar a la roca y concordar el paisaje.

Encinar

Selva primitiva, bosque ancestral. Rompe en el borde del acantilado, asustada por la verticalidad. Vuelve el azul. Y el gris. Pero como atraídos por un instinto primario volvemos a la silva, casi láurea, casi (sub)tropìcal. Buscábamos dinosaurios, un oportuno T-Rex, o el silbido de un Pterodáctilo. Pero de repente llegamos a la civilización.


Elantxobe

Elantxobe se nos presenta en una inestabilidad perfecta. Los tejados rojos, los patios verdísimos, rompen en el paisaje contra el mar. Bajando y subiendo por sus empinadísimas calles se nos contagia una tranquilidad que parece ser norma entre sus gentes. Descendientes de los balleneros. Gentes de largos viajes al vaivén de sus barcas.
Por fin alguien dice algo decente (cuánto me conoce...) y recompensamos el final de la caminata con un carajillo y un cigarro en el poyete de la puerta de un bar. Espectadores de lo que en otros tiempos hubiera sido: El niño que corre hacia su padre, que por fin llega de alta mar, y con un buen pedazo de carne; el viajante que trata con el patrón las barbas para los corsés que compraran las burguesas bilbaínas; los ancianos (muy posiblemente en nuestra posición) añorando la mar a la que el reúma les impide atacar...

Larus michahellis

Por suerte, el ron no nos dura mucho mas tiempo en la cabeza que cinco minutos. Tras un eskerrik asko al devolver las tazas nos acercamos al puerto donde una pequeña bala azul (Alcedo atthis) nos sorprende casi tanto como nosotros a él. Sentados en el espigón, imaginándonos las chimeneas de las ballenas, disfrutamos del azul y sus habitantes. Unas cuantas gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) y un apuesto cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis subsp. aristotelis) vestido con sus mejores galas nos distraen del hipnótico vaivén marino.

Phalacrocorax aristotelis aristotelis
 Pero hay que moverse. La expedición no acaba aquí. Así que subimos las calles de Elantxobe y sus colores para llegar al coche. Y de aquí a la carretera. Bordeando la costa las dunas nos sorprenden. Y tras ellas las rocas. Tan diferentes, las playas, en esta época se nos ofrecen salvajes. Los movimientos. Los colores. Las luces. Paramos para intentar captarlos en un recuerdo digital. Él tendrá más suerte, seguro.


Litoral de Urdaibai















Y la luz se nos va. Se despide ofreciendo otros colores, nuevos. Y nosotros nos despedimos. De las playas, de las rocas, de la ría. Del azul. Volvemos al verde. Parece que ya huele...

martes, 18 de enero de 2011

UNOS DÍAS POR ARABA

A principios de enero, justo acabado de estrenar el año, un tren sorprendentemente rápido y barato me llevó (amenizado el viaje gracias a las charlas seniles) hasta la capital de Araba (a la que habrá que dedicar otra entrada). Una estación que me trae malos recuerdos, pero al verlos llegar se me escurren esas aguas pasadas.
Tras la caña de rigor vamos hasta Izarra, el pueblo donde se aloja. No tan bonito como Lukiano, pero bueno, desde la cocina hay vistas bonitas y ruidosas.

Casco antiguo de Izarra
¡Qué alegría reencontraros! Un paseo, fumeteo en una bala de paja y algo de intriga para acabar el día. Miento! La buena comida siempre está asegurada en estas conjunciones...

Y ahora una excursión por Izki, uno de los parques naturales de la provincia, ¡el mayor robledal de Quercus pyrenaica de Europa! Promete...

Melojar en Izki
Y la verdad es que cumplió la promesa. A pesar de la niebla, que no deja ver nada de las vistas, ehh. Pero los bosques, hongos, las turberas, Korres, alguna rana y otros encantos hicieron agradable el camino.
Y para rematar una visita a la Rioja alavesa. Recomendadísimo: Laguardia y Elciego. Eso sí, no seáis tan burros como nosotros y visitar las bodegas, obras de Santiago Calatrava o Frank Gehry.

Pero no todo puede ser vida contemplativa, también hay que trabajar (bueno yo no, pero me solidarizo). Así que nos ponemos en busca de las becadas (Scolopax rusticola).

Zuia
En estos paisajes dá gusto de trabajar. Hayedos, robledales, prados de pasto y demasiados cultivos de coníferas o eucaliptos colorean el panorama con los sobrios tonos invernales. El trino de los pajarillos nos acompaña, mientras las vacas nos miran de arriba a abajo, curiosas.
Eso sí, el barro fastidia más de la cuenta, pero se soporta estoicamente (algo de rencor había en los zapateaos en la acera antes de cruzar el portal).

Santuario de Oro
Trabajo duro día y noche "¿Cuatro años de carrera para salir ahora con el frío que hace y lo oscuro que está? - Sí, mama, no te preocupes que no hace tanto frío". Más razón que un santo. Eso sí, la verdad es que se hace con buen agrado, siempre que no te encuentres perros muertos, las becadas no jueguen al escondite o la dinamo de la linterna empiece a fallar.

Sierra (no me acuerdo del nombre)


Pero también hay que descansar algún día, así que en la próxima entrada exploraremos tierras más lejanas aún.

domingo, 2 de enero de 2011

DE LAS ANDANZAS POR EL MONTSENY CON LOS COLEGAS DEL MÁSTER

Hace ya unas semanas, la gente del máster de biodiversidad organizamos una salida al Montseny. ¿Qué mejor para reunirnos y pasar un buen rato? Hoy he reencontrado las fotos y he decidido colgar algunas.
Un día muy bueno, aunque no vimos muchos bichos, el paisaje otoñal es espectacular.

Pues eso, que aquí dejo algunas fotillos.
Arroyo en medio del hayedo

Hongos descomponedores de madera

Bosque mixto con los colores del otoño

Salina, olisqueando demasiado cerca del precipicio

Triturus marmoratus

Blanca y Laika (la morena es Blanca ehh)